lunes, 16 de mayo de 2011

Las necesidades del niño en vacío (Cuando no sabemos que hay de fondo)

Las necesidades del niño en vacio Hemos explorado las necesidades ”normales” del niño y el modo en que los padres podrían desde su papel satisfacerlas. Pero no hay otras necesidades del niño que pueda manifestarse muy pronto en el.
Niegan amor que podemos tener por nuestros hijos, ni nuestra voluntad educarlos lo mejor posible, les ponen al abrigo de desaciertos educativos. Es fácil dejar secularizar por tal o cual dijo en detrimento de tal otro. Es fácil dejarse absorber por el trabajo o por actividades más gratificante que la educación de los hijos. Son numerosas las trampas que desvía la atención de esta tarea capitales que es la educación de los hijos y las que han sido llamadas a la vida.
Por otra parte, es también preciso tener en consideración que la familia no es una isla. Están:
• El entorno relacional del niño: la escuela, los compañeros y los profesores, la calle, los diversos grupos de los que forma parte.
• El ambiente social y todo lo que fluye en el universo mental del niño por la televisión y los diferentes medios de comunicación.
• El peso de la herencia.
• La libertad del niño, del adolescente y el joven.
También se puede añadir aquellos traumatismos ligados a cierta circunstancia "parto difícil, accidente, duelo...". Todo esto de ser tenido en cuenta por los padres para aceptar que sus hijos tengan heridas, sin por eso culpabilizarse, y para delimitar el origen de esas heridas.
Ciertos padres pueden contribuir a la curación de sus hijos, incluso aunque hayan sido ellos los autores de esas heridas: lo primero es tomarlo en serio y hacer el diagnóstico de los sufrimientos del niño tengan su origen en una herida del pasado uno. El sufrimiento de un niño puede tomar formas muy variadas: santo, agresividad, desesperanza, envidia; pero también inercia, falta de relieve, mentira, insomnio, reacciones y Kosovo mate, etcétera. La expresión de un sufrimiento siempre es el signo de que algo ocurre en el niño. A menudo, el mensaje fácil descifrar la relación causa-efecto es fácil de establecer: el niño esta cansado, tiene miedo, está contrariado por una frustración, se ha hecho daño, etcétera. Pero otras veces ese sufrimiento parece enigmático, sin razón aparente, sin relación evidente con un traumatismo más antiguo. Puede ser pasajero o durar, o incluso ser recurrente. El diagnóstico de "capricho" e incluso de "niño caprichoso" hace recaer un juicio culpabilizarante sobre él y elude el buscar la causa de su comportamiento.
El rol de los padres, ante todo, es acoger la manifestación del niño escuchándole expresar su malestar con comprensión y benevolencia. Por tanto, no se trata de consolar al niño, ni de minimizar su sufrimiento ("¡no es grave!"), sino por el contrario, de facilitar la expresión del sufrimiento para que el niño no lo entierre, (sin caer, sin embargo, en la trampa del "interrogatorio"). La evacuación del sufrimiento en un clima festivo propicio permitirá, poco a poco, al niño apaciguarse.
Eventualmente, cuando es necesario y la situación lo permite, los padres pueden actuar sobre la causa si es externa al niño.
Para contribuir a la curación de sus hijos, y lo segundo es reparar en la reacciones desproporcionadas y repetitivas en el niño. El sufrimiento parece enraizarse más lejos de la contrariedad que lo ha provocado hoy. El papel de los padres, en este caso, consiste en tratar de comprender donde se sitúa, en el pasado, la raíz de este sufrimiento, ayudar al niño a que tome conciencia de, y si es posible, ayudarle a evacuar ese antiguo sufrimiento.
Para ello, necesitan escuchar al niño partir de lo mejor de sí mismo, es decir, con paciencia, comprensión y sin jugarle. Cuando se tiene alguna intuición sobre el origen del sufrimiento se la puede proponer al niño en forma interrogativa, dejándole el cuidado de verificar si esa hipótesis tiene eco en sus sensaciones.
Lo importante es que el niño pueda expresar su vivencia siendo hasta el final de lo que siente como la causa de su mal y que se sientan acogido en lo que vive.
Esto exige por parte de los padres una toma de distancia de sus propias reacciones frente a lo que el niño dice, porque éste puede cuestionar les o deformar la realidad. Es importante no reaccionar, ni justificarse en ese tiempo en que el niño trata de comunicar su vivencia. Solamente cuando el niño este apaciguados y se sienta comprendido por su entorno puede abrirse a una explicación diferente de su propia lectura de los acontecimientos.

La evacuación de un sufrimiento del pasado, habitualmente, no se hace en una sola vez. El niño tendrá que proseguir la expresión de su vivencia aprovechando otra reacción de proporcionadas. Los padres pueden de nueva sudar a su hijo aceptando escucharle y acogerle con su sufrimiento reactivado.
La verdad y la humildad de los padres cumplen una función reparadora cuando éstos están implicados en los sufrimientos de sus hijos. Aceptar reconocer los propios errores y los desaciertos y las propias limitaciones ante el niño que los ha sufrido le ayuda a no culpabilizarse y ponen camino de restauración la relación padre-hijo que pudo ser alterada por lo que ocurrió.

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